El deseo del (in)sana pasión, así como el de los lectores, puedo suponer, era que el partido transcurriera en paz total, y sin incidentes, olvidando los lamentables hechos ocurridos en clásicos anteriores.
La policía había informado varios días antes del partido, las medidas de seguridad a tomarse, entre las que se destacaban las zonas de ingreso para cada parcialidad, y los elementos que podrían ser ingresados al estadio. De esta manera, el ingreso se dio de forma pacífica y ágil, lo que permitió evitar acumulaciones de personas en la entrada, situación que ha provocado la intervención de la policía en la mayoría de los encuentros deportivos de este tipo.
Pocos minutos antes de comenzar el encuentro, las parcialidades de ambos equipos ya comenzaban a dedicarse cánticos cargados de violencia, insultos, provocaciones. Si bien reconocemos esto como algo natural hoy en día, y que hasta algunos llegan a llamar "folclórico", es sabido como estas provocaciones han llevado a la violencia física y explícita en más de una ocasión.
Lógicamente, no se puede prever el momento en el que alguien, sin razonar, de comienzo a un conflicto violento. Mientras los jugadores desarrollaban su tarea, es decir, jugar, en la tribuna, cientos de inadaptados festejaban muertes de parciales rivales, festejaban conflictos anteriores y prometían seguir asesinando en nombre de su respectiva institución.
"Ya le matamos a uno/ le vamos a matar a dos", "otro manya va a morir", "no te pudo salvar ni la policía/ la noche de Maldonado nunca se olvida" (en referencia a unas corridas que se dieron durante un encuentro en dicho departamento), "vamos a matar un manya/ vamos a quemar el Cerro", son algunos de los fragmentos que pudieron ser escuchados en la tarde del domingo, parte de los cánticos de los simpatizantes que, en lugar de dar apoyo a su club, parecen estar más atentos a provocar constantemente al rival, como si aquello fuera a proporcionarles alguna ventaja en lo deportivo.
Sin embargo, y afortunadamente, si es que podemos tomarlo de esta manera, la posibilidad de un conflicto físico quedó allí. No hubo enfrentamientos entre parciales durante el juego, ni una vez finalizado el mismo.
Tal vez, las medidas tomadas anteriormente, y que explicamos en un artículo anterior, están comenzando a mostrar sus efectos. Quizás, el castigo sea la única forma de que los violentos entiendan que eso solamente les causará problemas.
El encuentro finalizó en empate a uno, y, probablemente, eso también haya influido a la hora de terminar la jornada con las aguas calmadas, donde parciales de ambos equipos procedieron a retirarse de la cancha con total tranquilidad, y sin intenciones violentas de ningún tipo, como si todos estuvieran conformes con lo sucedido esa tarde.
De todas formas, en (in)sana pasión agradecemos a todos los participantes, jugadores, simpatizantes, y quienes hayan estado presentes el domingo 8 de noviembre en el Estadio Centenario, por colaborar con la paz, y por permitir que, una vez más, y como siempre debió haber sido, el clásico haya sido una gran celebración para el país.
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